Dicen los abuelos y las abuelas que es, quizás, la ceremonia más antigua de la humanidad entregada por los ancestros de las estrellas. Es un sauna ancestral o cabaña para sudar, para las cosmovisiones amerindias, es el vientre sagrado de la Madre Tierra, en el que entramos para retornar al origen, para purificarnos a través del vapor caliente producido por el encuentro del fuego y el agua, llamado Atlachinolli, la vida que se gesta en la tierra en movimiento. En el Temazcal confluyen el Aire, el Agua, el Fuego y la Tierra, los dadores de vida, que nos configuran y nos recuerdan nuestro origen, nuestro ser y nuestro destino. Cada vez que entramos a un temazcal, nos disponemos a retornar al vientre materno para sanar nuestra historia, nuestros miedos y bloqueos, y así permitirnos un renacer a la vida. Físicamente, purifica nuestra piel, depura el sistema respiratorio, genera estados de relajación para la distensión muscular, la ansiedad y el insomnio; especialmente, al ser un vientre, aporta sanación al útero y a los centros de energía femeninos.